Hace algún tiempo, en algún lugar al norte de la Argentina nacía un niño que sus padres llamaron Blas. Como la mayoría de las familias que habitaban esas latitudes, la familia Giunta era pobre y se mantenía dentro de un nivel aceptable de calidad de vida gracias a la venta de estupefacientes a los indígenas que habitaban la zona. No es que sólo le vendían a los indios, el resto de la población sabía muy bien la clase de ingredientes secretos que contenía la poción de los Giunta, razón suficiente para preferir inhalar vapores fecales de una Yarará en celo antes que probarla.
El pequeño Blas creció ignorante respecto a la situación laboral de sus padres, digamos que no era un niño muy listo ya que no podía entender porque los indígenas que entraban a su casa salían haciendo “paro de manos” minutos después; prefirió dedicar su infancia (y más tarde su vida) a explotar el don que Dios le dio, una pierna derecha con poca sensibilidad y aún menos articulaciones. Pasó poco tiempo para que se convirtiera en toda una celebridad por aquel lado del mundo, lo llamaban “Blas, el Bárbaro” o “Guiness Blas” porque había batido el record de expulsiones en el baby fútbol local. Quien sabe cuantas futuras carreras de futbolista profesional el pequeño Blas contribuyó a dejar en el anonimato. Lo cierto es que no todo en la vida es la fama y al poco tiempo ya nadie quería jugar con la promesa rústica del pueblo. Fue un momento duro para el niño, pasó meses sin jugar, sin sentir el “crack” de un hueso roto, los gritos de agonía, los padres al costado de la cancha con los ojos llorosos viendo como sus hijos son apaleados.
Una mañana, mientras el niño practicaba nuevos fouls contra una viga de hierro, su padre y un indígena se le acercaron.
- Hijo, te vas a Paraguay a jugar al fútbol – dijo el padre.
- Arggg, Garshhh, Slurppp – dijo, (El pequeño Blas nunca aprendió a hablar)
- Si hijo, acá mi amigo el indio Men-Nem me prometió que va a hacer de vos un gran jugador de fútbol y allá en Paraguay están los mejores – (En realidad el padre de Blas tampoco era muy listo, solo un inepto podía creer semejante cosa)
Y así fue como la vida del pequeño comenzó a cambiar y de la mano del indio Men-Nem emprendió el viaje rumbo a Paraguay…
Continuara…