lunes, septiembre 29, 2008

Sin Titulo


La humedad, creo que fue la maldita humedad.
Los días de humedad son días raros, ando de mal humor por la vida, me incomoda todo, puteo todo lo que se me cruza.
Me ponen histérico, en otras palabras. Voy a tener que pensar en irme a un lugar más seco como... Argelia.
Los días de humedad la rutina es más rutina. Los días de humedad los viejos joden más, el conductor del bondi no te frena y te tenés que tirar en palomita a la vereda y tu vieja jode un poco más con los calores de la Menopausia.
Yo haría sin dudas un intercambio cultural con un argelino (no sé si se dice así). No se si le enseñaría a tomar un bondi porque probablemente al primer intento le pase por arriba del pecho... eso de tomar el bondi en movimiento es algo muy uruguayo. Lo llevaría a la oficina y lo sentaría enfrente a un viejo que te pregunta idioteces durante veinte minutos o capaz que un rato más. Lo peor son los viejos que te cuentan de la vida sin que le preguntes. Siempre que conozco a alguien que de la nada comienza a hablarte de su vida es como que automaticamente me gustaría salir corriendo y poner un muñeco con mi jopo y camisa.
Hoy pensé en muchas cosas.
Pensé en sanguijuelas pegadas en los brazos que me sacan la fuerza y las ganas. Pensé en la posibilidad de tener nada y pensé en la posibilidad de tener todo. Me di cuenta que la probabilidad de tener ambas es la misma.
La humedad me obliga a realizar cambios, aunque casi todos con una soberbia cara de sorete. La humedad me humedece los ojos a veces. La humedad a veces me los aclara. La humedad tiene el poder de ponerme en perspectiva las cosas y ver qué onda.