lunes, abril 11, 2005

El Gran Blas. Parte 4

Los medios chilenos daban como absoluta favorita a su comparsa, compuesta por un grupo de jugadores que más tarde se convertirían en representativos de su país por todo el mundo. Mientras tanto, horas antes del viaje hacia la cordillera, el equipo de Peñarol, con Trasante a la cabeza experimentaba un aluvión de buen toque, en el sentido literal; esa tarde en el entrenamiento ningún suplente salió caminando de la cancha. Pero faltaba algo, el poder ofensivo que cristalizó en otras épocas victorias históricas. Así, la formación comenzó una mutación que se detendría aquella noche en el estadio nacional de Chile con la ultra-defensiva-ofensiva-y-a veces-de-mediocampo-también: 8-1-1. La táctica era sencilla, dejar que el cuadro rival se confiara de la ineptitud de medio campo hacia delante que presentaba Peñarol y adelantara todas sus líneas; en ese momento y al grito del en aquellos tiempos juvenil Aguirregaray “¡Washasha!”, tal como un tropel de ganado enloquecido, todo el fondo debía subir a atacar. Tan eficaz era la táctica que evitaba los contragolpes porque no había un solo jugador que habilitara a los atacantes chilenos. Esa noche y las de los encuentros frente al Vasco da Gamma y el América, la historia hizo caso omiso al Toto DaSilveira y Peñarol ganó sus encuentros, dejando como goleadores a Dorta y Blas, el mediano, llamado en reconocimiento por tan valioso desempeño.
No todo fue color de rosa para el trivial jugador; con la alegría, llegó la noticia que el indio Carachata, ese blasfemo nativo que condenó el paso de Blas por el fútbol Paraguayo, estaba participando con el Deportivo Gangrena en el grupo A de la Copa Libertadores. Fue entonces que llegó a instancias decisivas un saldo pendiente en la vida del futbolista. Junto al nerviosismo que le generaba tener que verse cara a cara nuevamente con el nativo, una sed de revancha y dolor se gestaba en su ser, culminando en la reclusión voluntaria del mismo en una tribu africana amante del martirio a través de patadas en zonas frágiles, el mejor lugar del mundo donde pulir su nueva patada, “la come cantos”, que combinaba movimientos de capoeira y la danza clásica de Julio Boca.
Una semana después volvió totalmente renovado y más cargado de ira que nunca, listo para enfrentar al indio Carachata y todo su rebaño de paraguayos endemoniados.

Esta historia continuará...



martes, abril 05, 2005

El Gran Blas. Parte 3

Cabía solamente una alternativa para el futuro anticristo del fútbol, ir a Uruguay y comenzar una carrera en algún club local. Así, una vez más emprendieron junto al indio Men-Nem el tedioso camino hacia aquel país. Durante el viaje se encontraron con otro nativo, que les enseño la forma más rápida de llegar, era en una balsa hecha de troncos, untada con excrementos de un extraño roedor que habitaba las cuevas de esa zona. Efectivamente tenía razón, las eses de la alimaña hacían deslizar la embarcación como un rayo por las corrientes del Paraná y en cuestión de horas llegaron al Uruguay.
El indio Men-Nem encontró en el nuevo país una oportunidad dorada para que el pequeño Blas demostrara de lo que era capaz y vio en Peñarol el equipo que lo llevaría a hacerlo realidad. Por aquellas épocas se hablaba realmente mal de una dupla que hacia las delicias de todo amante de Titanes en el Catch, eran Obdulio Trasante y el Topo Rosas. Hipotéticamente victimas de lobotomía que los habría dejado en un estado de conciencia casi animal, únicamente se detenían ante el silbato; su virulencia solo se comparaba a la de un tiburón en cautiverio alimentado con verduras.
En Peñarol el niño descubrió su hogar lejos de casa, un espacio donde poder pulir su execración por los jugadores habilidosos y un lugar donde se sentía rodeado de criaturas que tenían sus mismos ideales, el mismo amor por impulsar el balón hacia las alturas y golpear rivales de forma aleatoria.
Con el transcurso de los partidos Blas fue asentando su lugar como indiscutible defensa central, jugando junto a sus ídolos y muchas veces logrando actuaciones más destacadas, convirtiendo a Peñarol en una de las comparsas más peligrosas de la Copa Libertadores de aquellos años. El grupo asignado fue el E y los equipos que acompañaban eran el Vasco Da Gama, Universidad de Chile y América de Cali. Se le nombró “El Grupo de la Muerte”. Desde el periodismo, Jorge Da Silveira decía:
“Insisto, AH, esta murga de Peñarol, con su esquema de juego, con su apatía ofensiva, no va a llegar a ningún lado, AH, es el dilema del fútbol uruguayo amigos, ¿para que jugar a la pelota si la puedo sacar de la cancha de una patada, AH?
El presidente de Peñarol repondía de esta forma:
“Washasha, hay uuuna animosidad periodística contra nuestra gllloriossha institución, y Peñarol se va a encargar de demoshtrar que el fuchtbol uruguuayo no esta en su peor momento, washasha”
Es justo destacar la férrea mentalidad del guerrero aurinegro que hizo caso omiso de los comentarios ladinos de sus críticos y llevo adelante en aquel año una de las campañas más destacadas por la FIFA y la WWF (Federación Mundial de Lucha Libre).

Próximamente…

Escenas del Próximo Capítulo…

- Peñarol Vs. Universidad de Chile
- Una noticia escalofriante pondrá en cuestión la continuidad de Blas en la Copa.
…y mucho, mucho más.