Justamente el otro día hablaba con un amigo de todo el tema de la ira y el control de ella. Tenía problemas para focalizarla, me decía que por lo general estallaba en arrebatos de histeria que no desembocaban en nada productivo; inmediatamente no pude evitar sonreír al verme identificado con esa situación. Porque si señor, yo aprendí a controlar la ira, no nací sabiendo como prender fuego las cosas ni derrumbar pequeñas edificaciones. Todo esto fue un proceso que lentamente aprendí y asumo que los fieles seguidores de este rincón literario también quieren comprender y comenzar a utilizar. Para ellos una lección trivial de control de la ira:
Lo primero que tienen que hacer es tomar el papel glasé, recortarlo en forma de llamas y pegarlo en la pared (con la cinta) de forma que quede una suerte de fondo para el gato que posarán delante de él.
Luego toman la cuerda, atan al gato, de forma que quede inmóvil e indefenso y lo posan como dije anteriormente delante del fuego.
Desarrollo del ejercicio: La intención de esta práctica es entrenar la focalización en un punto, en este caso, el gato. Deberán sentarse aproximadamente a 3 metros y comenzar a pensar cosas que estimulen su ira interior, rica en calorías y altamente productiva. Al momento que comiencen a sentirla, deberán focalizarla y enviarla hacia el gato (nótese que para este momento el felino maullara nerviosamente). Si hicieron bien las cosas la cabeza del animal debería estallar en cuestión de diez a quince minutos.
Las llamas de fondo son un incentivo. El fuego, aunque sea ficticio tiene un poder movilizador a nivel inconsciente, factor clave para que todo el ejercicio tenga resultados positivos.
Espero que tengan suerte con el experimento y recuerden: esto los llevará un paso más cerca del Sacro Iracundiam , patrón de la violencia productiva.