domingo, diciembre 25, 2011

Verde pero maduro.


Pienso, a modo personal, que a medida que crecés, la madurez en algún momento te tiene que encontrar en algún recoveco de la mente.
Hay diferentes tipos de madurez, eso es muy cierto. Personalmente siento que necesito madurar en muchos temas, pero también soy conciente que no me voy a esforzar mucho en hacerlo. Porque la madurez está bueno que te encuentre de sorpresa. Es como la sensación de cuando estás con tremendo pedo y pensás/decís “opa, me mamé”. Eso es lo que pasa cuando crecemos. No nos damos cuenta que lo hacemos, hasta que nos damos cuenta.
Algo sobre lo que quiero hablar es sobre las conversaciones y las amistades. No sé Roberto Carlos cómo habrá hecho, pero lo único que vengo viendo es que a medida que crecés, la cantidad de amigos cada es más pequeña. Veo a mis viejos y ahora entiendo. Pensaba que eran unos amargos que tenían dos, tres (a lo sumo) amistades por las cuales se preocupan y llaman en Navidad, en cumpleaños y desean desde un lugar honesto los mejores deseos. Y lo que veo es que cuando se llaman, conversan. No, no es obvio, porque conversar es diferente de hablar. Conversar en interesarse por el otro, por su vida, preguntarle, aconsejarle, dar y recibir información para lograr algo más allá de lo que sale de la boca de un individuo. Últimamente he notado que la gente cada vez habla más, pero conversa menos. Personas que se ponen la ficha y arrancan y hablan de sí mismos. Uno meramente oficia como el que dice “Ah, mira”, “Qué bien che” mientras el interlocutor espasmódico se toma segundos para respirar o probar un sorbo de cerveza.
En la medida que hablemos cada vez más y conversemos menos, creo que estamos condenados a ser un individuo estéril con muy poco por ofrecer. Y en cierta medida, los habladores se lo merecen porque cultivan un colectivismo hipócrita, un fantasma de relación, mientras las personas que conversan, más que contar sobre si mismos, aprenden que la vida en sociedad, reducida a la confraternización amistosa, se basa en el interés fuera de nosotros, en aprender de los demás porque si. Y eso humildemente creo que es madurar. 

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